Confesemos algo: cuando piensas en pescado elegante, ¿qué te viene a la cabeza? Seguro que salmón, atún rojo o ese rodaballo carísimo que parece que viene con hipoteca incluida.
¿Y la pobre sardina? Esa que todos hemos olido en las barbacoas de verano y que te acompaña hasta en el pelo aunque te duches tres veces. Pues bien, hoy vamos a darle su momento de gloria.
Y como esto no va solo de teoría, al final te traigo el pincho definitivo: sardina marinada sobre tosta con alioli y guindilla. Spoiler: tu cuñado querrá repetir, y eso que decía que no le gustaba el pescado.
Sardinas: la “abuela influencer” del mar
Las sardinas son como esas abuelas que te dicen “come, que está barato y alimenta”.
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Tienen omega-3 (tu colesterol tiembla de miedo).
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Son baratas (tu cartera aplaude).
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Son sabrosas (tu boca hace la ola).
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Y encima te hacen sentir muy healthy foodie, que siempre queda bien en Instagram.
Lo único que piden a cambio es que las trates con cariño y paciencia. Nada de prisas, que ellas saben brillar cuando las dejas reposar un poquito.
Receta de sardina marinada (la base de todo este asunto)
Ingredientes:
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12 sardinas frescas (sí, frescas, nada de congeladas del fondo del súper que parecen fósiles).
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200 ml de vinagre de vino blanco.
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200 ml de agua fría.
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1 cucharada de sal gorda.
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Aceite de oliva virgen extra, de ese que casi da pena gastar.
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1 diente de ajo.
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Perejil fresco (porque el seco no impresiona a nadie).
Pasos (fáciles, lo prometo):
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El spa de la sardina
Quita cabezas, espinas y tripas. Si el pescadero lo hace por ti, mejor, que no somos todos Indiana Jones del pescado. Lava y seca con mimo. -
El jacuzzi ácido
Mezcla vinagre, agua y sal. Baña ahí a las sardinas 3–4 horas en la nevera. Las verás ponerse blanquitas, como si hubieran pasado un finde en Benidorm con crema solar factor 200. -
El aceite amoroso
Sácalas, sécalas un poco y mételas en un tupper con aceite, ajo en láminas y perejil. Que descansen una hora. Y voilà, sardina marinada lista para presumir.
Pincho estrella: sardina marinada + tosta + alioli + guindilla
Tan sencillo de hacer que vas a decir: “¿Y por qué no me dedico a esto profesionalmente?”.
Ingredientes:
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8 rebanadas de pan (mejor rústico, que aguante el meneo) o tostas de tu gusto.
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8 lomos de sardina marinada (receta arriba, no hagas trampa).
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Alioli (casero si quieres parecer pro; comprado si tienes pereza).
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4 guindillas en vinagre (las piparras quedan top) y cebolla morada.
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Aceite de oliva, porque sí.
Montaje (la parte divertida):
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El trono del rey
Tuesta el pan. Crujiente fuera, blandito dentro. Tip: en sartén con unas gotitas de aceite queda brutal. -
La alfombra roja
Unta alioli al gusto. ¿Mucha cantidad? Perfecto, aquí nadie juzga. -
La estrella invitada
Coloca la sardina marinada. Piel hacia arriba, que luzca como modelo de pasarela. -
El detalle picante
Cruza media guindilla encima cortada en rodajas y la cebolla morada. Eso es la firma de autor. -
Selfie final
Un chorrito de aceite y foto obligatoria antes de darle el primer bocado.
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Trucos y secretillos (para que parezca que sabes más de lo que sabes)
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El tiempo de marinado es sagrado: 3–4 horas. Ni más ni menos.
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El alioli casero te da puntos extra de respeto en la mesa.
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Marida este pincho con cerveza fría, vermut o txakoli. Si lo acompañas con agua… bueno, también te lo perdonamos, pero la experiencia pierde glamour.
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Haz siempre el doble de sardinas, porque desaparecen misteriosamente (o sea, la gente se las come a velocidad absurda).
En conclusión (y con hambre)
Y cuando las pones encima de pan crujiente con alioli y guindilla, se convierten en un pincho legendario. Una mezcla entre el sabor del mar, el punch del ajo, el picante juguetón y el crujido del pan.
Así que la próxima vez que pases por la pescadería y veas sardinas, no mires hacia otro lado. Llévatelas, marínalas y prepárate para que en tu casa te aplaudan (aunque solo vivas con tu gato).
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